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Conclave
"La Lucha por el Poder Divino"
El cine nos ofrece una oportunidad única para reflexionar sobre una de las instituciones más poderosas y tradicionales del mundo: la Iglesia. Cónclave, una película cargada de simbolismos y dilemas éticos, nos lleva al corazón de la lucha entre la tradición y la evolución, donde el miedo y la certeza se convierten en protagonistas silenciosos.
“¿Seguir como siempre o evolucionar?” Esta es la pregunta que atraviesa la trama, mientras los cardenales enfrentan su destino en la elección del nuevo líder espiritual. Algunos se aferran al poder como si fuera su derecho divino, mientras otros, vulnerables y temerosos, tardan en reconocer que la duda también es una forma de valentía.
“La certeza es enemiga de la tolerancia”, afirma uno de los personajes, y esta frase resuena como un eco incómodo en cada escena. La película nos muestra cómo el miedo al cambio permea las decisiones, reforzando estructuras arcaicas que se aferran a lo conocido como si fuera la única verdad. “No temas”, la frase más repetida en la Biblia parece ser ignorada por una institución atrapada en su propio inmovilismo.
Paralelamente, lo que realmente impacta es el tratamiento de las mujeres en esta historia. Sirven, cocinan, deambulan... pero no tienen voz ni voto. Son invisibles en las decisiones más importantes, reducidas a sombras que sólo emergen cuando se les culpa de las debilidades de los “hombres santos”.
Existen sin coexistir, atrapadas en una estructura que perpetúa su silencio y exclusión.
Mientras tanto, afuera del Vaticano, el vacío existencial del siglo XX sigue engullendo a la humanidad. La fe en los pilares de la religión, el patriotismo y la industria se desvanece cada día más. La película pone de manifiesto este abismo entre un mundo que busca visibilidad y una institución que elige no ver ni escuchar.
Cónclave no es solo una película; es un espejo incómodo que nos confronta con preguntas esenciales: ¿Qué tan lejos estamos dispuestos a llegar por preservar estructuras que ya no sirven? ¿Qué lugar damos a las voces invisibles que, aunque calladas, sostienen estas mismas estructuras?
Para finalizar, me pregunto: ¿Será pecado ignorar lo que se debe cambiar?